Psicología y el Ictus: manejando el estrés, la ansiedad y las afectaciones emocionales en la recuperación.

Como hemos comentado en otras ocasiones en este blog, la ansiedad, el estrés y los problemas emocionales acompañan al daño cerebral en muchas ocasiones. Por ello, abordaremos un tema de gran relevancia para aquellos que han experimentado un Ictus.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) un Ictus es un síndrome clínico de origen vascular, caracterizado por signos de alteración focal o global de las funciones cerebrales de rápida evolución. En este post, nos enfocaremos en las secuelas psicológicas y conductuales que pueden surgir tras un Ictus, así como la importancia de la intervención psicológica y neuropsicológica en el proceso de recuperación.

¿Cuáles son las secuelas psicológicas y conductuales más comunes que pueden experimentar los pacientes tras un Ictus?

Las consecuencias emocionales más frecuentes tras un Ictus son la depresión y la ansiedad.

La sintomatología emocional asociada comprende: apatía, fatiga, y dificultad para la regulación emocional en intensidad, magnitud y duración.

Respecto a la sintomatología conductual consecuente al daño cerebral y concomitante con la sintomatología emocional encontramos: irritabilidad, agresividad, baja tolerancia a la frustración, bajo control de impulsos, rigidez de pensamiento, infantilismo y delirios o estados confusionales (1,2).

¿Cómo influyen diversos factores en el desarrollo de la ansiedad en pacientes que han sufrido un Ictus? Descubre cómo abordar este desafío desde una perspectiva de rehabilitación neurológica.

El aumento de la dependencia de terceras personas para la realización de las actividades de la vida diaria (AVD) es un factor importante sobre la alteración del estado de ánimo y la disrupción de la vida social, lo cual influye de manera importante sobre la calidad de vida (3).

Existen evidencias de la influencia de los accidentes cerebrovasculares sobre las actividades habituales previas como la higiene personal, comer, vestirse, realizar ocio... a estos se le llama actividades de la vida diaria (AVDs). En ocasiones este cambio repentino supone inactividad y aislamiento.

Además, la presencia de dolor, déficit en la movilidad y la consecuente dependencia funcional, también se relacionan con una percepción más baja de la calidad de vida de los pacientes supervivientes a un ictus.

Recuperación post-ictus: ¿Qué papel juega la intervención psicológica en el manejo del estado de ánimo?

La presencia de trastornos de ansiedad tras la aparición de accidentes cerebrovasculares influye en el curso de la recuperación. Se han hallado evidencias que, en presencia de afectaciones de ansiedad, se da una influencia negativa sobre el grado de deterioro en las AVDs (4) y el funcionamiento social en seguimiento de pacientes que han sufrido un ICTUS a largo plazo (3). Así mismo, si además hay sintomatología depresiva, se verá afectado el curso de la recuperación física. Por lo tanto, se puede concluir que las afectaciones emocionales son un factor importante para determinar el pronóstico a largo plazo y que deben tomarse en consideración para el establecimiento de objetivos transversales en la recuperación (1,2,4)

¿Por qué la Intervención Psicológica y Neuropsicológica es Esencial en la Rehabilitación Neurológica?

Como hemos visto, es importante considerar la posibilidad de aparición de afectaciones emocionales en la recuperación post-ictus. Para abordarlas desde un enfoque transversal a la intervención es preciso introducir el trabajo familiar, la educación y la recuperación de las AVDs que realizaba la persona antes del ictus.

El cuidado del cuidador es importante para fomentar una perspectiva de cuidado basada en la promoción de la autonomía, la adherencia y el cumplimiento de pautas de tratamiento en el hogar. Debemos tener es especial precaución con esta figura, evitando la sobrecarga, pudiendo leer más sobre esto en nuestra entrada del blog sobre el síndrome del cuidador.

Con los pacientes que han sufrido un ictus es necesario un trabajo a nivel de conciencia de enfermedad y una psicoeducación sobre la sintomatología asociada al daño cerebral, así como la consideración como sujetos activos en la recuperación, el conocimiento sobre los riesgos y el pronóstico de la recuperación. Todo ello influye sobre la percepción de la calidad de vida de los pacientes, la percepción de la competencia, la motivación para el tratamiento rehabilitador y para la generalización de los objetivos de intervención (5).

Es preciso también tener un enfoque de recuperación basado en la reinserción comunitaria, considerar las actividades premórbidas afectadas por el daño cerebral y la pérdida de funcionalidad e introducir esa perspectiva en los objetivos del tratamiento en todas las disciplinas de trabajo (4,5).

 

Ana Borrego Vicente, Neuropsicóloga y psicóloga clínica

Bibliografía

1.      Mesa Y, Fernández O, Hernández TE, Parada Y. Calidad de vida en pacientes post-ictus: factores determinantes desde la fase aguda. Revista Ciencia Médica Habana. 2016; 15 (4).

2.      Mesa Y, Fernández O, Hernández TE, Parada Y. Calidad de vida en pacientes sobrevivientes a un ictus al año de seguimiento. Medisur. 2016; 14(5).

3.      Leno C, Holguín M, Hidalgo N, Rodríguez-Ramos M, Lavado JM. Calidad de vida relacionada con la salud en personas supervivientes a un ictus a largo plazo. Revista Científica de la Sociedad Española de Enfermería Neurológica. 2019; 44: 9-15.

4.      Shimoda K, Robinson RG. Effect of Anxiety Disorder on Impairment and Recovery From Stroke. The Journal of Neuropsychiatry and Clinical Neurosciences. 2006; 10 (1): 1-118

5.      Fang Y, Mpofu E, Athanasou J. Reducing depressive or anxiety symptoms in post-stroke patients: Pilot trial of a constructive integrative psychosocial intervention. Int J Health Sci. 2017; 11(4): 53–58.